John Kinsella disfruta inquietándonos. [...] Sus poemas se aferran con las dos manos a las tradiciones de la pastoral y las tuercen para que encajen en un paisaje donde el canguro arrinconado desgarra al perro, el remolque de un camión lleno de ovejas queda atravesado en el camino, y los pozos se echan a perder por la sal. Kinsella escribe como una tempestad australiana a todo vapor.