DESCIMON, ROBERT Y JOSÉ JAVIER RUIZ IBÁÑEZ
En 1954 un amplio grupo de franceses (burgueses, Asanos, juristas, soldados, clérigos y nobles) abandonaron sus hogares para seguir luchando en nombre de la Liga Católica. Habían perdido la guerra contra Enrique IV de Borbón, pero no podían hacer la paz con él, por mucho que proclamara que se había convertido al catolicismo y que el papa lo reconociera al año siguiente como buen católico. Huérfanos de liderazgo, pero firmes en sus convicciones radicales, se vol-vieron hacia el rey de España, el único príncipe que parecía a sus ojos reunir las cualidades de rey 'verdaderamente cristiano'. Se inauguraba así un exilio que habría de durar más de medio siglo, un refugio sostenido en los principios de libertad de conciencia y de elección del soberano por el pueblo, pero también en una angustia escatológica y violenta que buscaba construir una sociedad confesional, intolerante y excluyente.