En los años de entreguerras, un transatlántico, el Virginian, recorría las rutas entre Europa y América, con su carga de millonarios, de turistas, de emigrantes... En el Virginian tocaba cada noche un pianista extraordinario, llamado Novecento, con una técnica maravillosa, capaz de arrancar notas mágicas, inauditas. Se decía que el melancólico pianista había nacido en el barco, del que jamás habría descendido.