Durante años, la utopía maoísta despertó grandes simpatías en un amplio sector de la izquierda europea hasta que una voz solitaria, la de Simon Leys, denunció el carácter totalitario y homicida del régimen de Mao. Recibidos inicialmente con antipatía y suspicacia, sus ensayos se convirtieron en referentes por la lucidez y el elegante tono satírico con que retrataban una realidad que muchos preferían ignorar.